Por el efecto del atraso cambiario, la recaudación mensual de impuestos ya superó u$s11.000 millones, una cifra que no se veía desde la gestión macrista
Los últimos números de la recaudación de impuestos acaban de responder a la pregunta que en estos días agita el ámbito político: ¿quién es el mayor beneficiario de las rentas inesperadas que se produjeron por el cambio del escenario global?
Y la respuesta es contundente: nadie se ha beneficiado tanto como la caja de la AFIP. Hay un dato que no se informa en los reportes oficiales, pero que da cuenta de esta situación: cuando se traduce el ingreso tributario a dólares, la cifra es impactante. En abril la recaudación fue el equivalente a u$s11.124 millones.
Es, por lejos, la recaudación en dólares más alta que se haya registrado desde que empezó la gestión de Alberto Fernández. Y hay que remontarse al 2017, el año de los “brotes verdes” de la gestión macrista, para ver niveles similares.
Cuando se compara las recaudaciones de este primer cuatrimestre -medidas en dólares- contra las del mismo período del año pasado, el resultado también es impactante: en apenas un año, entra a la caja fiscal un 33% más de recursos.
Es un dato fundamental para un Gobierno que se comprometió con el Fondo Monetario Internacional a reducir su déficit en términos de PBI. La buena noticia para Martín Guzmán y compañía es que la recaudación de impuestos crece a una tasa que duplica la suba del PBI medida en dólares.
Puesto en números, el ingreso va a una velocidad de 33% mientras que la actividad económica -si se cumple la optimista proyección oficial- un 4,5% en términos reales. Si se considera, además, la depreciación real del dólar por la inflación en Estados Unidos, entonces el PBI de Argentina crece en dólares a un 13%.
Es decir que el ingreso sube rápidamente como porcentaje del PBI. Claro que hay una contracara: también el gasto sube más rápido que el dólar, y eso es lo que explica las dudas de los economistas respecto de si se podrá cumplir la meta comprometida con el FMI.
El mix de rebote y suerte
¿Por qué ocurre esta suba de la recaudación impositiva? Desde el punto de vista del Gobierno, es un síntoma innegable de la reactivación económica. Y el hecho de que la recaudación esté evolucionando más que los precios -60% de crecimiento interanual del ingreso contra una inflación de 55%-, es una confirmación de ello.
Claro que también juega el factor suerte: la mejora en los precios de las materias primas que vende Argentina en el exterior -consecuencia de la inflación de Estados Unidos, más el impacto por la guerra en Ucrania- hizo que el aporte de los productores rurales al fisco volviera a ser relevante. En el primer cuatrimestre del año, ese aporte -$412.000 millones- tuvo un incremento de 40% respecto del 2021, que ya de por sí había sido un gran año en cuanto al aporte del campo para la AFIP.
Si, además, se tiene en cuenta que también fueron impactados los precios de las importaciones argentinas, entonces el aporte tributario del comercio exterior juega un rol clave, al punto que los impuestos aduaneros explican un 12% de la recaudación impositiva total.
El factor “atraso cambiario”
Pero al Gobierno no sólo le interesa que los tributos suban medidos en pesos, sino, sobre todo, medidos en dólares y en términos de PBI. Y allí es donde juega otro factor importante: la tasa de devaluación sigue yendo por debajo de la inflación, a pesar de las promesas del Gobierno para no incurrir en un atraso adicional del tipo de cambio real.
Puesto en cifras, en el primer cuatrimestre del año, la inflación se ubicó en 23%, mientras que el dólar oficial se deslizó un 11,7%. Es cierto que es una mejora respecto del año pasado, cuando la velocidad a la que se movía el dólar era un tercio de la inflación, pero igualmente sigue lejos de la meta comprometida.
Esa diferencia de velocidades entre la devaluación y la inflación tiene un fuerte impacto en la caja fiscal, porque implica que todos los ingresos ligados a la actividad comercial e industrial, como el IVA o el impuesto a las Ganancias, tendrán una suba más alta si se las mide en dólares que en términos reales.
En definitiva, se trata del fenómeno de la “inflación en dólares”, que suele generar preocupación entre economistas, empresarios y banqueros, porque afecta la competitividad de la economía y suele ser el preludio de devaluaciones bruscas.
Sólo en el primer cuatrimestre, los precios de la economía subieron un 10% en dólares, después de un 2021 en el que ese indicador había marcado un alarmante 26%.
Ahí reside la clave de por qué ahora la recaudación impositiva es tan alta cuando se la mide en dólares: está el factor del atraso cambiario. Para tomar una dimensión de cómo impacta ese fenómeno, basta con ver lo ocurrido durante la gestión macrista, cuando ocurrieron varias crisis devaluatorias.
Así, se puede apreciar cómo en julio de 2019, cuando el dólar cotizaba a $45, la recaudación mensual era de u$s10.011 millones, pero en septiembre, luego del impacto político por el revés oficialista en las PASO y la brusca devaluación que llevó al peso a $60, la recaudación tributaria se desplomó. No es pesos, claro, sino en dólares: fue de apenas u$s7.346.
Esto deja a las claras una de las grandes disyuntivas a las que se enfrenta el Gobierno: si acelera la tasa devaluatoria, como le pide el FMI y buena parte del empresariado, entonces sus ingresos caerán medidos en dólares. Pero si no lo hace, se arriesga a que la economía pierda competitividad, con lo cual las exportaciones podrían perder empuje, al tiempo que se exacerbarían los incentivos para importar.
Los gastos también suben en dólares
La contracara de la suba de la recaudación fiscal es que, del otro lado del mostrador, los gastos también están subiendo a toda velocidad. De hecho, en el último mes lo hicieron más rápido que los ingresos.
Un informe de la Asociación Argentina de Presupuesto (ASAP) destaca que en el primer trimestre los gastos subieron a un ritmo interanual de 80%, mientras los ingresos crecieron al 58%. Esto implicó que en el período se registrara un déficit primario de $368.113 millones, un déficit seis veces mayor que el de hace un año.
La tendencia no es muy auspiciosa: proyecciones de consultoras privadas marcan que, en abril, impactada por el incremento en el costo de la energía, siguió empujando el déficit, con los subsidios estatales como el rubro de mayor empuje.
Es así que en abril, el subsidio a la energía creció, en términos reales -es decir, descontada la inflación- a un 56%. Y si se traduce este costo a dólares, implica que el rubro de energía sube a una tasa de 28%.
Cuando se toma ese dato en consideración, entonces ya no impresiona como un número tan alto el 33% al que sube, en dólares, el ingreso de la AFIP. Y es lo que explica por qué la suba de las tarifas de servicios públicos se transformó en uno de los temas más calientes de la agenda política.
La doble vara de las ganancias inesperadas
Es en este marco que el criticado ministro de Economía, Martín Guzmán, planteó su iniciativa para captar las “rentas inesperadas” del sector empresarial. Es un concepto que sigue sin quedar claro, porque al principio parecía que afectaría a los productores agrícolas que exportan las materias primas que han tenido grandes aumentos.
Sin embargo, el ministro ha explicado, sin entrar en mayores detalles, que se aplicará a quienes tuvieron mejoras en sus ganancias que fueron producto de la suerte y no de una mayor inversión. En esa categoría podrían calificar muchas empresas que registraron mejoras en sus balances no por haber incrementado sus ventas, sino porque el retraso cambiario les ayudó a “licuar” su deuda en dólares.
En otras palabras, empresas cuyas cajas tuvieron el mismo efecto que el que benefició a la AFIP, con la diferencia de que mientras al sector privado esa situación lo pone bajo sospecha, al sector estatal le sirve como argumento para mostrar la mejora en los indicadores de la economía.
Fuente: Iprofesional.com