Tras la media sanción en Diputados, hay optimismo en el Gobierno. El nuevo sistema de intercambio de información financiera con Estados Unidos, clave
Los estudios contables empezaron a recibir las primeras consultas de gente interesada en entrar al nuevo blanqueo de capitales que se anunció, como parte del proyecto de ley fiscal que acaba de recibir media sanción en la Cámara de Diputados y ya está en trámite en el Senado.
Los tributaristas que siguen el tema creen que los que se van a sentir más tentados a entrar a este blanqueo serán los contribuyentes que tienen dinero sin declarar en cuentas de Estados Unidos, dado que en septiembre empieza a regir un sistema de intercambio de información financiera entre los dos países.
«Con los nuevos tratados, cada vez resulta más difícil jugar a las escondidas. Así que me parece que este blanqueo va a ser atractivo para aquellos que están en Estados Unidos y no tienen declarada la cuenta, teniendo en cuenta que ahora viene el intercambio automático», afirma un socio de uno de los principales estudios, que pidió mantener el anonimato.
El blanqueo permitirá legalizar, sin multas, hasta u$s100.000. El nivel de blanqueo sin penalidad puede elevarse hasta u$s200.000, si el dinero queda depositado en una cuenta especial. Por encima de eso, la multa será de 5%, un monto que los tributaristas consideran bajo.
Y hay algunos contadores que ya se animan a hacer una estimación de cuánta plata se podrá ingresar con este blanqueo. Hablan de u$s50.000 millones.
Se trata de una cifra muy superior a la que se había obtenido en los blanqueos del kirchnerismo, que hizo dos intentos no muy exitosos. En 2009 se había propuesto blanquear u$s10.000 millones pero sólo logró u$s4.300 millones. Y en la época de Axel Kicillof como ministro de economía fue peor, porque no se llegó a u$s1.000 millones, a pesar de que el plazo para las presentaciones se pospuso varias veces.
Pero, en el otro extremo, lo que entraría ahora por este blanqueo sería muy inferior a la que se había conseguido en el blanqueo de 2016, durante el gobierno de Mauricio Macri. En aquel entonces, con Alfonso Prat Gay como ministro de Economía, se blanquearon capitales por u$s117 mil millones.
Aquella fue una cifra récord, que el gobierno macrista celebró como uno de sus mayores logros para recomponer las reservas del Banco Central y engrosar la caja de la AFIP. Sin embargo, también hubo algunos problemas de implementación, que quedaron como antecedentes que ahora jugarán en contra.
Se suponía que los datos de quienes blanqueaban la plata quedarían en secreto. Sin embargo, hubo filtraciones a los medios, con lo que quedó en evidencia los problemas de seguridad informática de la AFIP.
Se presume que hubo correcciones en materia de seguridad y que ahora no se repetirán esos problemas -es, además, un tema en el que el gobierno estadounidense pone especial énfasis-. Pero lo cierto es que ese, para los contadores, ese antecedente quedó en la memoria de los clientes y podría convertirse en un motivo de duda.
Hubo, en la gestión de Alberto Fernández, otro blanqueo, que fue dirigido en forma específica al sector de la construcción, pero que no implicó un ingreso importante.
Nuevo blanqueo: se terminan los escondites
Los expertos tributaristas suelen mostrarse escépticos antes cada blanqueo, en la medida en que se trate de medidas aisladas, con un afán meramente fiscalista, y que no vengan acompañadas por una reforma general del sistema tributario.
En este caso, el Gobierno de Javier Milei tiene un discurso ambiguo. Por un lado, la filosofía libertaria conlleva la promesa del alivio impositivo para el sector productivo, y de hecho es una de las promesas recurrentes en los discursos del presidente y de su ministro de economía, Luis Caputo.
El ministro hasta aventuró una fecha para la baja de impuestos: dijo que en el transcurso del año que viene ya se sentirá esa mejora.
Pero lo cierto es que, en el corto plazo, el objetivo primordial e innegociable es la consecución del superávit fiscal, lo que torna casi imposible pensar en una renuncia a fuentes de ingreso, por más que resulten irritantes desde un punto de vista liberal, como las retenciones a la exportación.
De todas formas, lo que hace que los contadores mantengan un relativo optimismo -y consideren que entrarán no menos de u$s50.000 millones en los próximos meses- está más justificado en el miedo que en la codicia. Creen que los clientes que tienen cuentas en bancos de Estados Unidos van a considerar que, ahora sí, con el nuevo régimen de intercambio informativo no habrá forma de encontrar un escondite fiscal.
De hecho, hay frecuentes muestras públicas de compromiso con ese tratado. Días atrás la directora de AFIP, Florencia Misrahi, se reunió con el embajador estadounidense, Marc Stanley, para repasar el grado de avance para que desde septiembre se pueda implementar el tratado Facta -que implica el intercambio automático de información-.
Misrahi garantizó que se tomaron medidas internas para modernizar los procesos de la AFIP, hacerlos más transparentes y adaptarlos a las prácticas internacionales en la materia.
El intercambio de información Facta está firmado desde fines de 2022, pero el primer reporte se hará efectivo en septiembre próximo. Los datos que se brindarán serán la identidad de los titulares de cuentas que argentinos posean en EEUU, el número de cuenta, la entidad financiera y el monto de intereses y dividendos generados.
La lupa en los dólares del colchón
En cuanto al atractivo que genere el blanqueo sobre el pequeño ahorrista, ese que mantiene los «dólares bajo el colchón», los expertos no están tan seguros sobre que haya un grado de adhesión masiva.
El propio Banco Central ha estimado en los últimos años que la cantidad de dólares físicos que circulan en Argentina, fuera del sistema bancarios, superan largamente los u$s150.000 millones, lo que torna a Argentina en uno de los países con mayor cantidad de billetes verdes.
Buena parte de ese capital está en las cajas de seguridad de los bancos, que se engrosaron en la medida en que los ahorristas empezaron a temer algún tipo de confiscación de sus depósitos. El momento de mayor nivel de salida fue a fines de 2020, cuando se hizo evidente la crisis de reservas del Banco Central, y hubo semanas con retiros por u$s500 millones.
Actualmente, ese nivel de depósitos tuvo una leve recuperación. Desde el mínimo de u$s14.000 millones que se registraba en diciembre, se llegó a un nivel de u$s17.000 millones. Es una mejora, aunque en términos históricos sigue tratándose de una cifra menor: en el inicio de la gestión de Alberto Fernández el sistema contaba con u$s20.000 millones, y en el mejor momento de la gestión de Macri se habían superados los u$s30.000 millones.
Los contadores creen que alguna porción de los dólares «del colchón» podrían blanquearse también, no tanto por el atractivo del blanqueo sino por el hecho de que en los últimos meses se hizo muy notoria la pérdida de capital para los ahorristas, dado que la inflación superó largamente la tasa devaluatoria. Esto podría llevar a la búsqueda de rentabilidad, aprovechando la ventana de oportunidad.
De todas formas, está claro que no estará ahí la principal «clientela» de este nuevo blanqueo. El gobierno está apuntando a que el grueso provenga de individuos de patrimonio grande y radicado en cuentas del exterior, mientras que el retorno de los pequeños ahorristas dolarizados al sistema bancario seguirá en un proceso de «goteo» en la medida en que regrese la confianza sobre la marcha de la economía.
Fuente: Iprofesional.com