Séneca abogaba por una limitación voluntaria del poder

Suele definirse como «estoico» a quien soporta con entereza la adversidad. Aunque suena negativa, es una aproximación que condensa una parte relevante de una actitud que, en realidad, se deriva de una doctrina filosófica cuyo iniciador es el griego Zenón –chipriota, para más señas–. Como suele suceder con muchas de las corrientes de pensamiento antiguo helénico, la denominación de «estoico» se debe al lugar donde los maestros enseñaban su filosofía. En este caso, la Stoá, Pórtico, pues en una zona porticada del centro de Atenas impartía sus saberes Zenón. Tal como señala Javier Gomá, una característica de los estoicos, frente a los epicúreos, estriba en que su doctrina es abierta, no cerrada a un canon establecido por el fundador.

Para concretar más, Javier Gomá ha narrado la vida y explicado el pensamiento de Séneca, en la primera de las conferencias de la Fundación March dedicada a los estoicos en Roma. La segunda conferencia, la semana que viene, correrá a cargo de Carlos García Gual, que disertará sobre Epicteto –un esclavo griego en Roma que, tras su manumisión, vivió en Acaya como maestro de ética–, y a final de mes le corresponderá el turno al catedrático de Filología Griega David Hernández de la Fuente, quien hablará sobre Marco Aurelio, el emperador filósofo. El inicio de este ciclo no ha podido resultar más interesante, pues se ha llenado el auditorio de la Fundación, y ha sido preciso habilitar más salas para que cupiera un copioso público que atestaba el acceso al edificio desde mucho antes de que comenzara la conferencia de Gomá. Una conferencia que ha contado con la ayuda de la inteligencia artificial, sobre todo en el diseño de unos mosaicos que recrean aspectos de la vida y el siglo de Séneca.

Séneca era un hombre inmensamente rico, aunque predicaba la pobreza de espíritu y el desprendimiento

Según Gomá, para conocer a un autor, se requiere leer su obra completa. Por eso, ha citado abundantes pasajes de los libros de Séneca, en especial sus Epístolas a Lucilio. Pero también ha situado al filósofo cordobés en su contexto: hombre inmensamente rico –aunque predicaba la pobreza de espíritu y el desprendimiento–, político que –durante bastante tiempo– ocupó un destacado cargo junto al gobierno de Nerón, autor de prosa y poesía (tragedias), además de la relevancia de su familia –empezando por su padre el Retórico y concluyendo con su sobrino Lucano, autor de la Farsalia–. En este ámbito, a Séneca le cupo la tarea de dotar al nuevo estado cesarista de mimbres filosóficos, huérfano de legitimidad. El cordobés formuló «una teoría legitimadora de la concentración del poder absoluto en una sola persona; los conceptos de libertas y officia, típicamente republicanos, dejan paso en el nuevo discurso a los de beneficium y clementia», afirma Gomá. El posibilista, pragmático y resignado Séneca aboga, a fin de cuentas, por una «voluntaria limitación del poder».

Dentro de la primera etapa de producción literaria de Séneca –durante su exilio corso (41–49 d.C.)– Gomá ha comentado sus tres consolaciones, «obras filosóficamente fallidas, más propias de retórico que de filósofo». En estos tratados, se nota ese estoicismo duro que postula la indiferencia –apatía, autosuficiencia espiritual–, incluso ante la muerte de los más allegados. Séneca, en estas obras, se atiene a un tópico que arranca desde los siglos de la literatura griega arcaica, y que, según unos versos de supuesta autoría homérica, aseguraban: «Lo mejor es no haber nacido, y, si se nace, traspasar lo más pronto la entrada al Hades». Dice Gomá: «Esta deshumanización de las consolaciones no se explica por la personal forma de ser de Séneca, según todos los testimonios hombre de gran bonhomía, sino por un presupuesto teórico que el filósofo comparte con toda la Antigüedad y que lleva a su extremo el estoicismo». Y es que, en la visión del mundo de la Antigüedad, «subyace siempre un fundamento tan evidente que no necesita justificación: la prioridad absoluta del Todo sobre la parte», prosigue Gomá. Por eso, «es más importante la ciudad que el ciudadano, y es también más importante el cosmos que el hombre. El individuo sólo es y sólo existe en cuanto participa de la majestad del Todo, nunca por sí mismo». De esta manera, «el sabio reivindica la amistad, pero no los amigos, de modo que, si uno de sus amigos muere, se busca otro de reemplazo».

El sabio reivindica la amistad, pero no los amigos, de modo que, si uno de sus amigos muere, se busca otro de reemplazo

Sin embargo, Séneca va a ir adoptando ciertos cambios a lo largo de su vida, en especial cuando caiga en desgracia en la etapa más delirante del reinado de Nerón. Será consciente de sus incongruencias, y comenzará a desarrollar un pensamiento propio en el que insertará una novedad que lo separa de la corriente doctrinal más adusta: homo res sacra hominis «el hombre el algo sagrado para el hombre». Comenta Gomá: «Ha hecho aparición un elemento nuevo en la ecuación, pues ya no es sagrada sólo la totalidad del mundo, el universo, el cosmos; ahora también es sagrada una parte de ese Todo: el individuo particular, dotado de dignidad sacrosanta que nadie tiene derecho a profanar, ni la naturaleza». ¿Qué es lo dota al individuo de carácter sacro? El alma, según el Séneca tardío. Esto genera otra formulación, añade Gomá: «La esperanza en una inmortalidad personal es una opinión meramente probable a la que el último Séneca se adhiere confiadamente, convencido de la divinidad de su alma». En parte, podría decirse que esta inmortalidad de Séneca se concreta en la semejanza que establece con Sócrates, otro filósofo cimero que hubo de darse muerte –con entereza y temple amable con los suyos– por orden del gobierno bajo cuya autoridad se encontraba.

Autor: Jose Maria Sanchez Galera 

Fuente: eldebate.com